martes, 14 de octubre de 2008

Libre Albedrío


Un año mas, curso esa gran asignatura llamada “Sistemas Políticos Comparados”. Ya lo se: de algunas materias debo tener ya un master con la de veces que las he estudiado, pero el caso es que este año es diferente. Ayer abríamos el curso sentando las bases y pensando en el ABC de la política comparada: el asunto es que uno de los temas se me quedó grabado a fuego en la cabeza y no dejé de darle vueltas en todo el día. Resulta que, entre los límites del comparativismo en la política, está el hecho de que no podemos influir ni en los individuos ni en los grupos sociales.

Creo que a lo largo de mis años metido en este sitio he aprendido a diferenciar entre el ser y el deber ser, el querer y el poder y otras tantas dicotomías a la hora de tomar parte en decisiones. Sin embargo, la que menos me he cuestionado es la del “no poder” y el “no deber”: quizás el hecho de llevar el “no” delante hace que me aleje bastante de este tema, aunque sin saberlo he sido partícipe, en numerosas ocasiones, de esta particular manera de actuar.

Formo parte de un mundillo en el que se vive por y para soltar “bombas”. Cada día nos despertamos con cargas de profundidad en los medios deportivos de este país, tanteando el ambiente para el fichaje de tal o cual crack. Muchísimos compañeros viven “a sueldo” (no todo es dinero) de los grandes mercaderes, dejando caer que a tal jugador le gustaría llegar para sentarse luego a “darle tiempo al rumor”. El caso es que no quiero entrar de lleno en el mundo de la rumorología, los “me comentan mis fuentes” y demás: voy a centrarme en el ámbito político de esta práctica.

Cierto es que no deberíamos tratar de influir en un individuo o grupo para comprobar nuestras hipótesis en el análisis de un hecho concreto. En el momento en el que lo hacemos, estamos viciando nuestro estudio y motivando al objeto del mismo a comprobar lo que habíamos planteado al principio. No puedo decir “se confirma lo que plantee: la gente se cabrea si le dicen que se queda sin trabajo” cuando acabas de decirle que igual el mes que viene ya no tiene que venir a currar.

Pero hay quienes lo hacen: son más vagos que otra cosa, gente que tiene su plan de trabajo, que toca temas peliagudos y se congratula luego porque lo que dijo se comprobó. Y no hay que abrir ningún periódico deportivo para verlo, aunque el ejemplo no va a ser otro que el más reciente…

¿A que hace una semana todo el mundo hablaba de lo mal que hacían Real Madrid, Barcelona y TAU Cerámica con su idea de marcharse de la ACB?, ¿A que numerosos aficionados se posicionaban a favor del llamado “G-14”? Siete días después seguimos en las mismas: ni los tres grandes han dicho “nos vamos”, ni los aficionados la han pagado con esos clubes… Copon, que ni siquiera existe el “Comando G”.

¿En que se queda el “libre albedrío”?, ¿Está la gente capacitada actualmente para no dejarse influir por nadie? Aplicado al basket: ¿sabemos vivir sin ver lo que ocurre a través de las “vías oficiales”?. Un gran filósofo (porque los humoristas también lo son: en vez de comerse la cabeza por lo que piensan, se descojonan sin mas) llamado Noel Clarasó dijo hace ya mucho que la trampa en el deporte no nace ante vacíos en los reglamentos, sino que su propia existencia depende de la de las leyes. Para poder influir en el pensamiento, primero nos tienen que decir que no podemos hacerlo.


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