sábado, 26 de julio de 2008

"Se veía venir..."

La mayoría de los “amantes del baloncesto” y medios de este país se llenan la boca con esta frase. Parece que, cada vez que la dicen, sientan cátedra y ponen tierra de por medio con quienes defendían, tiempo atrás, todo lo contrario. Hoy, los miembros del sanedrin baloncestístico (o los que, como Humpy Dumpty, miran lo que pasa desde su muro) dirigen su lapidaria oración contra el Akasvayu Girona, triste desaparecido de nuestro baloncesto.

Recuperando prensa de la época en la que la constructora entró a hacerse cargo del equipo (como hemos cambiado, todo sea dicho) veíamos los titulares, los nombres, fichajes y repercusiones ante la aparición de un “nuevo grande”. Hoy hay quienes se cuelgan medallas diciendo “yo sabía que esto iba a pasar, lo dije hace tres años”, pero que durante ese tiempo disfrutaron del juego de un equipo que brilló hasta con Edu Torres en el banquillo.

Ahora, los editoriales se llenarán de análisis del fracaso del “proyecto Akasvayu”, sentenciando que no se puede entrar en una competición consolidada como elefante en una cacharrería. Saldrán a la luz cosas que sabían pero que se callaron cuando el equipo imponía respeto y se quejarán de “lo mal que va el baloncesto” para volver a mirar a directivos y presidentes, recalcando “lo bien que va el baloncesto”. ¿Cual fue el mayor error del proyecto Akasvayu-C.B. Girona?

Suena curioso, pero el primer paso hacia la perdición del baloncesto en Girona fue el encontrar un patrocinador con ganas de invertir dinero. Años y años bajo la sombra de Valvi o Casademont (hoy llevo mi camiseta de Darryl Middleton de aquella época), con presupuestos precarios y aguantando con lo justo quedaron atrás cuando apareció la constructora. Leía ayer por la noche una entrevista en una “Gigantes” de la época a Amat y Obiols: en ella, señalaban que los objetivos eran conseguir publicidad tanto para ellos como para el club, para que el proyecto siguiera creciendo, apoyando al baloncesto de base en la comarca y a la cantera del equipo. De ahí una inversión tan fuerte en fichajes el primer año. La gracia era salir en la prensa y que la tele se fijara en ello: de a poco, llegarían los beneficios.

Ese fue el problema: Akasvayu pensó que en el baloncesto podrían ganar dinero. Vender camisetas y llenar Fontajau no da un pastizal. Que si, que todos dejaron el azul eléctrico y el naranja por aquel granate corporativo. Pero que por muchas camisetas de Raül Lopez o de Marc Gasol que se vendieran, eso no daba ni mucho menos para mantener un equipo a un nivel bueno. Los descensos en el presupuesto año tras año dejaban claro eso. Una vez que el patrocinador abrió los ojos, vio que el tema no daba para mas y ahora ocurre esto.

Es triste, pero pocas empresas se mantienen en el tiempo como patrocinadoras de un primer equipo de baloncesto. Las que salen en todas partes si, porque saben que su producto se verá en los medios, aunque pocas veces se encuentran con beneficios reales (yo he trabajado en la construcción y, de verdad, os digo que rara vez he visto a empresas colocar gres o baldosas de la marca TAU o Pamesa). El nuestro no es un deporte en el que las empresas estén locas por invertir: las que lo hacen es siempre a un precio muy alto, y luego pasa lo que pasa. El día que el basket sea autogestionable, se habrá acabado tal como lo conocemos.

El C.B. Girona no es el primero que desaparece ni será el último: las cosas van a complicarse a partir de ahora, no porque se empiece a controlar mas, sino porque se meterá menos dinero y así los agujeros se notan. Volverán a salir a la superficie los del Sanedrín con aquello de “se veía venir”, pero con la convicción de que el barco no se hunde. Aunque el agua les llegue hasta el cuello, el baloncesto va de puta madre. Bienvenido el C.B. Descansa a la ACB.

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