No quería hablar del temita “EuroTrip” pero me veo obligado por las circunstancias: el caso Childress (que a mi me parece que toma un cariz hasta surrealista) ha trastocado más al baloncesto norteamericano que lo de Jennings o el hecho de que muchos “extranjeros” abandonaran la Liga. ¿Se acabó la visión de la NBA como “El Dorado del basket”?
Creo haber sido uno de los primeros en España en sacar el tema Jennings: sabía que esto rompería esquemas y lo está haciendo. Ahora, esta “espantá” de Josh Childress me resulta cuanto menos un tema a considerar y muy seriamente, más allá de lo estrictamente informativo. Vamos a dejar de lado la faceta económica (de momento) porque será el discurso de la prensa habitual; intentaremos profundizar algo más. ¿Que consecuencias puede tener esto en la “psiquis” de la NBA?
Bethlehem Shoals, de “FreeDarko”, nos devuelve a finales de los años sesenta, con el lío ABA-NBA: que un tío como Josh Childress, lottery pick en su momento, abandone la Liga por recalar en un mercado mucho más atractivo es un cachetazo a Stern. ¿Como tiene que sentirse el aficionado? Hablando en plata, a mas de uno “se le habrá puesto dura”. Un hombre destacado ha plantado a la NBA y toma las de Kansas City (el equivalente americano a Villadiego), algo que muchos aplauden. Ahora, ¿que pasará cuando sean cinco, diez o incluso veinte los jugadores yankees que dejen la Liga para cruzar el charco? En ese caso las tornas cambian...
Psicológicamente, una “fuga de talentos” afectará a un nivel mucho más profundo que la marcha de un chaval para evitar el año en la NCAA o el hecho de que un hombre abandone la Liga. La cantidad de trabas que la propia NBA dispone para que los jugadores entren es parecida a la de la propia sociedad yankee. El basket norteamericano no está plagado de hombres que quieran “salirse del sistema”, pero algún día aparecerán: cuando el mundo del deporte tome la iniciativa de abrirse al mundo, habrá llegado el día en el que Estados Unidos se siente y diga “vamos a hablar”.
La entrada acaba invitando a la NBA a pensar en lo que pasa y adoptar decisiones. Una pena que en el mundo del baloncesto norteamericano no haya lugar para estas cosas mientras domine el verde (no los Celtics, sino la pasta). ¿Que se va a pensar Stern si todavía tiene todo un gallinero de ponedoras de huevos de oro? La NBA no necesita a Childress, ni a Jennings, ni a los extranjeros que se vuelven a Europa. Hay muchos tíos esperando una oportunidad y les ha llegado su momento. Aquí vuelven Navarro y Garbajosa, pero nadie se plantea la de camisetas que distintas empresas habrán vendido, o la cantidad de beneficios que las franquicias le han sacado a dos campeones del mundo.
La política de David Stern (por mas maquiavélica que sea) no va a cambiar por un par de tortas. Lo de David y Goliat era mentira: a un gigante no le matas de una pedrada, por más que le des entre los ojos. Y si le das, no tardará en acabar contigo. Ya no quieren jugar contra equipos europeos, pero siguen viniendo a vender entradas y a llenar pabellones en sitios como Londres o Berlín. ¿Que están haciendo mal? ¡Nada!
Creo haber sido uno de los primeros en España en sacar el tema Jennings: sabía que esto rompería esquemas y lo está haciendo. Ahora, esta “espantá” de Josh Childress me resulta cuanto menos un tema a considerar y muy seriamente, más allá de lo estrictamente informativo. Vamos a dejar de lado la faceta económica (de momento) porque será el discurso de la prensa habitual; intentaremos profundizar algo más. ¿Que consecuencias puede tener esto en la “psiquis” de la NBA?
Bethlehem Shoals, de “FreeDarko”, nos devuelve a finales de los años sesenta, con el lío ABA-NBA: que un tío como Josh Childress, lottery pick en su momento, abandone la Liga por recalar en un mercado mucho más atractivo es un cachetazo a Stern. ¿Como tiene que sentirse el aficionado? Hablando en plata, a mas de uno “se le habrá puesto dura”. Un hombre destacado ha plantado a la NBA y toma las de Kansas City (el equivalente americano a Villadiego), algo que muchos aplauden. Ahora, ¿que pasará cuando sean cinco, diez o incluso veinte los jugadores yankees que dejen la Liga para cruzar el charco? En ese caso las tornas cambian...
Psicológicamente, una “fuga de talentos” afectará a un nivel mucho más profundo que la marcha de un chaval para evitar el año en la NCAA o el hecho de que un hombre abandone la Liga. La cantidad de trabas que la propia NBA dispone para que los jugadores entren es parecida a la de la propia sociedad yankee. El basket norteamericano no está plagado de hombres que quieran “salirse del sistema”, pero algún día aparecerán: cuando el mundo del deporte tome la iniciativa de abrirse al mundo, habrá llegado el día en el que Estados Unidos se siente y diga “vamos a hablar”.
La entrada acaba invitando a la NBA a pensar en lo que pasa y adoptar decisiones. Una pena que en el mundo del baloncesto norteamericano no haya lugar para estas cosas mientras domine el verde (no los Celtics, sino la pasta). ¿Que se va a pensar Stern si todavía tiene todo un gallinero de ponedoras de huevos de oro? La NBA no necesita a Childress, ni a Jennings, ni a los extranjeros que se vuelven a Europa. Hay muchos tíos esperando una oportunidad y les ha llegado su momento. Aquí vuelven Navarro y Garbajosa, pero nadie se plantea la de camisetas que distintas empresas habrán vendido, o la cantidad de beneficios que las franquicias le han sacado a dos campeones del mundo.
La política de David Stern (por mas maquiavélica que sea) no va a cambiar por un par de tortas. Lo de David y Goliat era mentira: a un gigante no le matas de una pedrada, por más que le des entre los ojos. Y si le das, no tardará en acabar contigo. Ya no quieren jugar contra equipos europeos, pero siguen viniendo a vender entradas y a llenar pabellones en sitios como Londres o Berlín. ¿Que están haciendo mal? ¡Nada!
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