...ni en lágrimas de jugador profesional".
El caso Marcelinho Huertas parece ya, definitivamente, cerrado. Para bien o para mal, pero cerrado: el brasileño se va a Bolonia dejando a todo el mundo con un palmo de narices por estas tierras. El iurbentia se estiró a saco para cubrir lo que el jugador pedía (que si, que era una oferta importante, pero porque así lo pidió Huertas), la Penya lo cubrió y ahora es la Fortitudo la que se desmarca ofreciéndole al carioca casi el mismo dinero que hubiera cobrado en Badalona o Bilbao.
No vamos a pensar en circunstancias concretas (porque pidió ese esfuerzo al Bilbao, porque no presentó en primer término la oferta italiana para ahorrarse tanteos y eso), a pensar en cifras o a valorar sentimientos. Ese era el objetivo de este blog, pero de nada vale cuando hablamos de un jugador “profesional” (por cierto, no me extrañaría que Huertas no vuelva a jugar en ACB). Hablaremos de otra gente de este mundillo, que afecta a esas cuestiones sin tan siquiera pisar el parquet.
No se si lo de Huertas ha sido mas cosa de su representante o una paja mental del propio jugador. El caso es que ahora mismo, todo el mundo del baloncesto está de uñas con Miquel Solá, el agente del brasileño. A Badalona tendrá que ir a negociar la salida (si es que había algo firmado ante la ACB, que creo yo que no), pero es que en Bilbao le han declaro “persona no grata”.
Hay agentes que se hacen y otros que nacen. Los primeros son en su mayoría antiguos jugadores que aprovechan sus numerosos contactos para colocar a unos y a otros. Los segundos, en cambio, son auténticas barracudas, tíos que salen a matar en cada negociación y saben que se van a llevar lo que quieran. Un reconocido fotógrafo contaba que la mejor tarde que pasó fue en un bazar turco junto a un representante, llevándose chollos en todas partes. Lo llevan en la sangre y saben que pasarán por encima de quien les quiera “quitar su dinero”.
De ahí que me cause gracia de que un club que dirige uno de esos “tiburones” vete a otro. No es algo que me extrañe: los agentes son caníbales, capaces de comerse a sus compañeros de profesión o a sus propios representados. Lo que me parece jocoso es que el “tiburón” que le jorobó durante años la carrera a Albert Miralles, el que la lío con el temita Fran Vázquez (y aprovechó a saco el surgimiento del fenómeno Akasvayu) o cuyos representados salían en todas las fotos cuando las amenazas de huelga del primer convenio (anticipando el negocio) sea el que ande vetando gente. Anda que no estaría muerto de hambre si todos los equipos fueran tan rencorosos.
El caso Marcelinho Huertas parece ya, definitivamente, cerrado. Para bien o para mal, pero cerrado: el brasileño se va a Bolonia dejando a todo el mundo con un palmo de narices por estas tierras. El iurbentia se estiró a saco para cubrir lo que el jugador pedía (que si, que era una oferta importante, pero porque así lo pidió Huertas), la Penya lo cubrió y ahora es la Fortitudo la que se desmarca ofreciéndole al carioca casi el mismo dinero que hubiera cobrado en Badalona o Bilbao.
No vamos a pensar en circunstancias concretas (porque pidió ese esfuerzo al Bilbao, porque no presentó en primer término la oferta italiana para ahorrarse tanteos y eso), a pensar en cifras o a valorar sentimientos. Ese era el objetivo de este blog, pero de nada vale cuando hablamos de un jugador “profesional” (por cierto, no me extrañaría que Huertas no vuelva a jugar en ACB). Hablaremos de otra gente de este mundillo, que afecta a esas cuestiones sin tan siquiera pisar el parquet.
No se si lo de Huertas ha sido mas cosa de su representante o una paja mental del propio jugador. El caso es que ahora mismo, todo el mundo del baloncesto está de uñas con Miquel Solá, el agente del brasileño. A Badalona tendrá que ir a negociar la salida (si es que había algo firmado ante la ACB, que creo yo que no), pero es que en Bilbao le han declaro “persona no grata”.
Hay agentes que se hacen y otros que nacen. Los primeros son en su mayoría antiguos jugadores que aprovechan sus numerosos contactos para colocar a unos y a otros. Los segundos, en cambio, son auténticas barracudas, tíos que salen a matar en cada negociación y saben que se van a llevar lo que quieran. Un reconocido fotógrafo contaba que la mejor tarde que pasó fue en un bazar turco junto a un representante, llevándose chollos en todas partes. Lo llevan en la sangre y saben que pasarán por encima de quien les quiera “quitar su dinero”.
De ahí que me cause gracia de que un club que dirige uno de esos “tiburones” vete a otro. No es algo que me extrañe: los agentes son caníbales, capaces de comerse a sus compañeros de profesión o a sus propios representados. Lo que me parece jocoso es que el “tiburón” que le jorobó durante años la carrera a Albert Miralles, el que la lío con el temita Fran Vázquez (y aprovechó a saco el surgimiento del fenómeno Akasvayu) o cuyos representados salían en todas las fotos cuando las amenazas de huelga del primer convenio (anticipando el negocio) sea el que ande vetando gente. Anda que no estaría muerto de hambre si todos los equipos fueran tan rencorosos.
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