sábado, 1 de noviembre de 2008

Depurar responsabilidades

Nunca me ha pasado de estar tan en desacuerdo con dos personas distintas. Miren que me gusta argumentar, discutir y demás, pero verme negando la postura de dos individuos en menos de 24 horas me resulta extraño. Todavía más sorprendente es el hecho de que ambas se pusieran en una punta distinta de la dicotomía izquierda-derecha: Leo Bassi (de sobra conocido) y José María Fernández Pastrana (mi profesor de Derecho Administrativo).



Veía al último bufón (que nadie lo entienda de manera despectiva) brindar con cava junto a Andreu Buenafuente por “la muerte del capitalismo y los planteamientos neocons”. Si bien es cierto que queda gracioso, el planteamiento es tan negable como el de Fernández Pastrana, que argumentó que recuperarse de esta nueva crisis sería más difícil, no solo por la discusión sobre el modelo, sino por la “degradación moral” (así, literal) de esta sociedad. De ahí parte la crítica a ambos modelos de pensamiento patentados (porque estoy convencido de que los repiten allá donde van).


Si bien para los conservadores, la ética y la moral han perdido fuerza a medida que avanzaba el s. XX, el respeto a la vida humana ha ido en aumento. ¿Cuántos directivos de Freddie Mac, Lehman Brothers o cualquier empresa implicada de lleno en el caso de las hipotecas “subprime” ha dicho “que os den, yo salgo por la ventana”? Ni uno, profesor, ni uno. Es más, las propias empresas están indemnizándoles o manteniéndoles en plantilla a toda costa. Señor Bassi, ahí está la clave de mi idea: de no existir una solución a todo, si no pudiesen levantar el teléfono y llamar a papá Estado (al que dejaron en un asilo hace años y que lo visitan solo cuando necesitan pasta), las cabezas pensantes habrían sido atravesadas por 9mm de plomo hace ya semanas. La política, aquí en España, hace extraños “compañeros de pupitre”, gente que se ha enriquecido por haberse quedado en clase el día justo para conocer al futuro presidente.



Dicen los que saben que el baloncesto está en crisis: la desaparición de Akasvayu, el tema Manresa (por cierto, ha salido una web de apoyo al equipo, que hay que visitar obligatoriamente) y demás asuntos. En realidad, nuestro deporte lleva en crisis desde el día en que se profesionalizó. En el momento en el que un jugador, un director deportivo o un scout ven que lo que saben hacer es recompensable, empieza el problema: porque cuando la caguen (cuando el jugador sea una carga para su equipo, cuando el director encaje fracaso tras fracaso y el scout pueda hablar más de restaurantes que de jugadores) nadie dará el paso definitivo para cortar su cabeza. Son más necesarios que el resto.


De ahí que sea más fácil “matar al mensajero”: no sé porque entrenadores y periodistas nos peleamos, al fin y al cabo somos los grandes perjudicados del sistema. Siempre es más barato echar al entrenador (que todos sabemos que, cuando los equipos pierden, es culpa del entrenador) o colgarle el sambenito de “sensacionalista” a un medio que pegarle cuatro gritos al que “hace la cama”, al que gasta sin mirar lo que hay o al que recorre el mundo mirando “bluffs”.

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