El mundo en el que vivimos está lleno de luchadores. Hombres que, a pesar de las dificultades propias de cualquier sistema, se empeñan en cambiarlo a golpe de acciones que afectan al modo de ver el mundo. Muchos les llaman héroes, otros tantos los califican como terroristas: yo prefiero el término revolucionario. Existen otros hombres que, en condiciones similares pero en un entorno distinto, buscan lo mismo. Se les llama coloquialmente “especialistas defensivos”.
Quienes me han visto jugar al baloncesto saben como me lo monto particularmente: No soy alto, no tengo fundamentos, tiro, ni tan siquiera tengo un dribbling decente. Ahora, cuando me toca ponerme de espaldas al aro y agachar el culo, no hay quien me iguale: la defensa “mosca cojonera” es un arte que practican muy pocos y que solo algunos dominan a la perfección. Una vez, Dennis Rodman (todo un paradigma del juego defensivo) dijo que los insultos del público rival eran la constatación de que hacía bien su trabajo.
La defensa y la revolución se parecen bastante: quienes no tienen ningún recurso, ninguna fuerza o habilidad particular para conseguir su objetivo se empeñan en actuar desde la acción directa y el acto violento de ir a por el rival en su propio campo. Si se trabaja y coordina esta práctica, se pueden obtener grandes resultados, ejemplos perfectos de guerra asimétrica de los que Carlos Marighella estaría orgulloso si pudiesen aplicarse a la guerrilla urbana. Una buena defensa presionante tumba a cualquier rival; un ataque directo al corazón del sistema al menos cambiará la manera en la que se vea al que la lleva a cabo.
Será por eso que no siempre los adeptos a este tipo de prácticas sean mayoría: quizás sea la propia repulsión hacia dichos actos, el seguir a la mayoría o el hecho de no querer ver lo evidente, pero bien es cierto que tanto el revolucionario como el especialista defensivo reciben muchas mas críticas que elogios. El trofeo a mejor defensor de la NBA bien podría premiar al jugador mas odiado: No hay mas que ver la nómina de los últimos años, con Bowen y Ben Wallace convirtiéndose en los defenestrados por la opinión pública. Uno no debe olvidarse nunca que ante situaciones en las que el cerebro se enfrenta a actividades duras, la adrenalina se dispara a límites insospechados.
Cierto es que uno siempre se encontrará con mas quejas si tira por esa vía, aunque se sabe que tarde o temprano llega la gloria. Esto ocurre porque el hecho revolucionario reúne muchos intereses hipócritas, que le utilizan en un momento determinado y lo abandonan a las primeras de cambio para perpetuarse. No hay mas que ver como en Málaga rechazaban el “karate-press” de Aíto y ahora el público del Carpena aplaude con las orejas cuando ven defender al equipo con una intensidad increíble.
Quienes me han visto jugar al baloncesto saben como me lo monto particularmente: No soy alto, no tengo fundamentos, tiro, ni tan siquiera tengo un dribbling decente. Ahora, cuando me toca ponerme de espaldas al aro y agachar el culo, no hay quien me iguale: la defensa “mosca cojonera” es un arte que practican muy pocos y que solo algunos dominan a la perfección. Una vez, Dennis Rodman (todo un paradigma del juego defensivo) dijo que los insultos del público rival eran la constatación de que hacía bien su trabajo.
La defensa y la revolución se parecen bastante: quienes no tienen ningún recurso, ninguna fuerza o habilidad particular para conseguir su objetivo se empeñan en actuar desde la acción directa y el acto violento de ir a por el rival en su propio campo. Si se trabaja y coordina esta práctica, se pueden obtener grandes resultados, ejemplos perfectos de guerra asimétrica de los que Carlos Marighella estaría orgulloso si pudiesen aplicarse a la guerrilla urbana. Una buena defensa presionante tumba a cualquier rival; un ataque directo al corazón del sistema al menos cambiará la manera en la que se vea al que la lleva a cabo.
Será por eso que no siempre los adeptos a este tipo de prácticas sean mayoría: quizás sea la propia repulsión hacia dichos actos, el seguir a la mayoría o el hecho de no querer ver lo evidente, pero bien es cierto que tanto el revolucionario como el especialista defensivo reciben muchas mas críticas que elogios. El trofeo a mejor defensor de la NBA bien podría premiar al jugador mas odiado: No hay mas que ver la nómina de los últimos años, con Bowen y Ben Wallace convirtiéndose en los defenestrados por la opinión pública. Uno no debe olvidarse nunca que ante situaciones en las que el cerebro se enfrenta a actividades duras, la adrenalina se dispara a límites insospechados.
Cierto es que uno siempre se encontrará con mas quejas si tira por esa vía, aunque se sabe que tarde o temprano llega la gloria. Esto ocurre porque el hecho revolucionario reúne muchos intereses hipócritas, que le utilizan en un momento determinado y lo abandonan a las primeras de cambio para perpetuarse. No hay mas que ver como en Málaga rechazaban el “karate-press” de Aíto y ahora el público del Carpena aplaude con las orejas cuando ven defender al equipo con una intensidad increíble.
Dejemos de engañarnos: los Suns de Mike D'Antoni jugaban bonito, pero los títulos han sido para el Sargento Popp y sus Spurs. Como bien dijeron Malatesta y Cafiero, “el hecho revolucionario es el medio más efectivo de propaganda y el que penetra en lo mas profundo de la sociedad, atrayendo a las fuerzas vivas de la humanidad”. Nos gusta la defensa que cambia la forma de entender el juego, igual que las acciones que modifican la manera de ver el mundo. Por mucho que les pese a algunos, en el fondo todos somos “especialistas defensivos”.
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